No lo eligieron ellos. Tampoco sus docentes. Pero los más de 600.000 jóvenes argentinos que el año pasado festejaban su “Ultimo Primer Día” del secundario aún no pudieron vivir su “Primer Primer Día” en la universidad. Y difícilmente lo vivan en lo que queda del año. Son 465.000 que arrancaron en las universidades públicas y 145.000 en las privadas. Por el momento, están solos en sus habitaciones, estudiando frente a su computadora y conviviendo con sus padres o hermanos, cuando lo que más quisieran es pasar el día junto a sus amigos y nuevos compañeros de la facultad, a quienes aún no llegaron a conocer.
Las universidades están diseñando diversas “modalidades de emergencia” para que estos estudiantes puedan cumplir su primer año académico en forma remota. Pero se generan todo tipo de desafíos. Especialmente para la Universidad de Buenos Aires (UBA), que tiene ahora 104.927 estudiantes en el CBC, entre los que cursan UBA XXI -una modalidad de educación a distancia que tiene más de 30 años- y el nuevo campus virtual que se generó en la urgencia.
“En UBA XXI la propuesta se desarrolla a través de herramientas tecnológicas que se van actualizando. Ahora, sólo modificamos el régimen de evaluación: para aprobar las materias los estudiantes deberán realizar dos pruebas de carácter formativo y un examen final obligatorio presencial escrito”, explicó María Catalina Nosiglia, secretaria de Asuntos Académicos de la UBA.
Y agregó que, al mismo tiempo, la UBA desarrolló un campus virtual donde todas la cátedras del CBC “han comenzado el dictado de un acompañamiento”. “Se trata de lo que internacionalmente se llama ‘educación remota de emergencia’; es decir, el uso de algunas herramientas de la educación a distancia para poder dar continuidad en contextos de crisis”.
Frente a este panorama, algunos estudiantes se sienten confundidos. Piden una comunicación más clara por parte de la universidad. Con respecto a las cursadas, dicen que UBA XXI anda muy bien, pero se quejan del nuevo campus. Afirman que hay poco acompañamiento por parte de los profesores y que todo depende de la cátedra que les toque.
Carolina Sichel está cursando el CBC para la carrera de Geografía. Dice que UBA XXI “está bien hecho, tiene muchos videos para cada tema, autotests, podés hacer preguntas y te contestan”. Pero se queja de las dos materias que le asignaron en el campus. “El apoyo virtual es engañoso. Mandé preguntas por mail y no me las contestan”, dice. Agrega que el único modo oficial que tiene el CBC para comunicarse con ellos es la cuenta de Instagram y que lo que mejor funciona para enterarse las novedades son los grupos de WhatsApp que armaron los mismos estudiantes.
Fabrizio Bianchi planea seguir la carrera de Historia. Como Carolina, está haciendo materias por UBA XXI y en el campus virtual. Cuenta que UBA XXI está todo más claro y que en el campus no vio que exista ningún acompañamiento virtual.
Leonel planea seguir Ciencias de la Computación. “Nunca fui a la universidad, no sé cómo se siente”, dice. Opina que UBA XXI es “exigente” y que “está muy bien hecho y preparado para cursar online”. En cambio, el campus para él “todavía no arrancó”. “Me asignaron las materias pero nunca se comunicaron. No me mandaron ni siquiera un mail. Los sistemas se caen todo el tiempo”, afirma.
El caso de Santiago Coletti es muy particular. Oriundo de Neuquén, viajó a Buenos Aires para hacer el CBC para ingeniería industrial y la cuarentena lo agarró justo dos días después de llegar. Ahora está haciendo dos materias por UBA XXI y otras dos en el campus virtual. Cuenta que hay diferencias entre los profesores.
Desde la UBA comprenden la situación. “Para todos, tanto docentes como estudiantes, la limitación de las actividades presenciales por la pandemia generó desconcierto e incertidumbre. Pero nos dimos cuenta que la universidad tenía que dar una respuesta y rápidamente trabajamos en adaptar las materias al dictado remoto. Es una situación inédita y nadie tiene las ‘lecciones aprendidas’, sino que estamos estableciendo un camino que integre la diversidad de las carreras que se dictan”, dice Nosiglia.
Universidades privadas. En estas instituciones, en tanto, más de 140 mil jóvenes están pasando por una situación similar de desconcierto. Rodolfo De Vincenzi, rector de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), dice que agregaron nuevos “tutores de iniciación”, que “acompañan el proceso de incorporación del alumno a la vida universitaria”.
Desde UADE, afirman que “el cambio fue intenso para todos y la adaptación debió hacerse de manera acelerada”. “Hubo que trabajar con los docentes para que puedan convencer a los alumnos de primer año de que es posible el formato remoto. Las claves fueron: la contención de alumnos y docentes y la ayuda a los alumnos tanto académica como emocional”.
Irina Pirola tiene 18 años y llegó a Buenos Aires desde Carlos Tejedor, Provincia, para estudiar Ciencias de la Comunicación en UADE. Dice que, por la pandemia, la experiencia que está viviendo “no se acerca ni un poquito” a lo que hubiera imaginado para su primer año en la facultad pero que, sin embargo, se siente acompañada por sus profesores y está completando todos los contenidos en este primer cuatrimestre.
“Es difícil el pasaje del colegio a la universidad, más en mi caso que vengo de un pueblo muy chico. Fui a un colegio público, con los contenidos más básicos y pasar a una universidad fue un cambio enorme. Lo que más me cuesta es el contexto de estar todo el tiempo en casa. Separar los tiempos: cuándo estudio y cuándo estoy en casa y me voy a relajar como haría si estuviera yendo a la facultad”, dice.
El desafío de la doble autonomía. “Al pasar de la secundaria a la universidad, los estudiantes requieren mayor nivel de autonomía. Y hacerlo en una modalidad virtual complejiza la situación. Les exige un mayor nivel de autonomía, para la cual no siempre están preparados”, dice De Vincenzi, que además preside el Consejo de Rectores de Universidades Privadas.
Pablo López, director académico de Fundación INECO y de la carrera de Psicología de la Universidad Favaloro, coincide con el enfoque. “Siempre el paso del secundario a la universidad genera un nivel de incertidumbre esperable para los jóvenes, porque es un cambio en las reglas del juego muy significativo. Pasan de un entorno en donde tienen más soporte y seguimiento por parte de los colegios, a otro donde la autogestión y la autodisciplina son primordiales. Este paso, junto con el hecho de que los contenidos son más complejos y a su vez más extensos, requiere de un periodo de adaptación que muchas veces se extiende más allá del primer año de la universidad”.
Pero es optimista con respecto al escenario actual. Sostiene que “no necesariamente es peor y que incluso podría generar en los alumnos recursos de intercambio con sus vínculos con distintas modalidades y más enriquecedores a largo plazo”. ■