Niños y adolescentes comen peor que los adultos y 4 de cada 10 están excedidos de peso

Que la alimentación tiene un vínculo directo con la salud no es una novedad. En la niñez y en la adolescencia, por ser etapas claves en el crecimiento, es un factor con fuerte impacto no sólo en el presente, sino a futuro. Y el diagnóstico actual alarma: en Argentina, los niños, niñas y adolescentes (NNyA) comen considerablemente peor que los adultos y 4 de cada 10 tienen sobrepeso u obesidad, que presentan casi el 70% de los mayores de 18, según los primeros datos de la 2da Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2), que alcanzó a más de 21.358 personas de todo el país.

Los resultados no sorprenden. Si bien pasaron casi 15 años desde la primera edición, otros relevamientos venían mostrando el crecimiento acelerado de la epidemia de exceso de peso desde las primeras etapas de la vida. Los datos presentados hoy muestran que el 20,7% de los NNyA de 5 a 17 años tienen sobrepeso y el 20,4% obesidad, lo que totaliza un 41,1% por encima de su peso saludable, casi el triple del porcentaje esperado para la edad (15,9%). En 2005, la prevalencia rondaba el 31%, según la ENNyS 1. No obstante, desde la Secretaría de Salud aclaran que los datos no son comparables porque la metodología utilizada en esta oportunidad fue diferente.

El cambio en patrones alimentarios de la población, que incluyen un mayor consumo de alimentos ultraprocesados y menos productos frescos y preparados en el hogar, sumado a los niveles decrecientes de actividad física favorecieron en las tres últimas décadas la transición hacia el escenario actual en el que prevalece la malnutrición por exceso, con déficit de micronutrientes: hoy los chicos con sobrepeso y obesidad superan a los que presentan desnutrición clásica (bajo peso y baja talla).

Entre los 0 y 5 años, el 13,6% tiene peso excesivo, “una cifra elevada si se tiene en cuenta que exceso de peso esperado para esta edad es de 2,3%”, según los resultados priorizados presentados por la Secretaría de Salud. Es decir, que la prevalencia hallada en ese rango es 5 veces mayor que la esperada. Mientras que dentro de ese grupo el 7,9% tiene baja talla, siendo de bajo peso 1,7% y de emaciación (desnutrición aguda) 1,6%. De 5 a 17 años, la delgadez y la baja talla se dan en el 1,4% y el 3,7%, respectivamente, sin diferencias significativas con la ENNyS 1.

“Los números confirman que el sobrepeso y la obesidad son el principal problema de malnutrición en el país, lo que constituye un problema de salud pública”, afirman desde la Secretaría de Salud, que implementó la encuesta de la que participaron la Dirección Nacional de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades no Transmisibles, la Dirección Nacional de Maternidad, Infancia y Adolescencia y que contó con el apoyo de Unicef.

Unos 150 nutricionistas visitaron a 21.358 personas de localidades de todo el país. A través de cuestionarios, recolectaron información sobre alimentación, actividad física y salud general; además, realizaron mediciones antropométricas (peso y talla). A una muestra más chica (3600 personas) se les realizaron análisis de sangre y orina para evaluar anemia, déficit de ácido fólico y vitamina b12, función renal y consumo de sodio, información que será procesada en los próximos meses, así como datos sobre actividad física y cobertura de vacunas, entre otros.

A diferencia de la edición de 2005, que sólo abarcó a niños y niñas de hasta 5 años y mujeres en edad fértil, la actual (el trabajo de campo se realizó a fines de 2018) incluyó a niños, adolescentes y mayores de 18 años de ambos sexos, lo que amplió el diagnóstico. El secretario de Salud Adolfo Rubinstein dijo durante la presentación de los resultados priorizados que estos datos permiten “visibilizar el problema de la nueva malnutrición por sobrepeso y obesidad que está azotando a nivel global de manera alarmante en adultos y con creciente exposición en niños, niñas y adolescentes”.

Según el funcionario, la obesidad infantil es en la actualidad “el principal problema de salud pública”, por lo que fue asumido como una de las prioridades de su gestión. “Es una ventana abierta que va a mostrar consecuencias sanitarias cuando esos chicos se transformen en adultos con la aparición de enfermedades crónicas (cardiovasculares, cáncer, diabetes)”, afirmó. En ese sentido, dijo que “esta es la generación de niños que probablemente revierta muchas de las ganancias en expectativa de vida que hemos visto en enfermedad cardiovascular en los últimos 50 años. Es es la gran amenaza que tenemos”. En el presente, la malnutrición se asocia con “trastornos de escolaridad, estigmatización” y trae consecuencias en el “déficit de desarrollo de capital humano”, añadió.

Las mediciones en adultos arrojaron que el 68% está excedido de peso (la mitad tiene sobrepreso y la otra obesidad), según el índice de masa corporal, cifra muy cercana al 66,1%, arrojado por las evaluaciones antropométricas realizadas en última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo.

¿Qué come la población? Esa es otra de las preguntas que responde la ENNyS, que halló un “consumo deficiente” de alimentos recomendados por las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA)“Tenemos mala alimentación en todo el país, pero que se profundiza en los sectores más vulnerables y en los niños, niñas y adolescentes”, subrayó durante la presentación Verónica Schoj, directora Nacional de Promoción de la Salud y Control de Enfermedades No Transmisibles.

Sólo un tercio de la población consume al menos una vez por día frutas y verduras, cuando el consejo es cinco porciones diarias como mínimo. Mientras que 4 de cada 10 incluyen lácteos en su dieta todos los días (se recomiendan tres porciones, preferentemente descremados). Las guías recomiendan una porción diaria equivalente al tamaño de la palma de la mano de cualquier tipo de carne (pollo, vaca, pescado, cerdo, otras). Según la encuesta, sólo la mitad come una porción diaria de carnes rojas, de ave o huevo.

Por el contrario, “es extremadamente alto” el consumo de alimentos que no deberían formar parte de la alimentación diaria ya que su ingesta en exceso daña la salud (aumentando el riesgo de sobrepeso, obesidad, diabetes, hipertensión, entre otras enfermedades no transmisibles) porque contienen excesivas cantidades de grasas, azúcares y/o sal, además de conservantes, aditivos y colorantes. A diario, el 37% toma bebidas azucaradas y el 17% consume productos de pastelería y galletitas dulces. Mientras que el 36% y el 15% comen productos de copetín (snacks) y golosinas respectivamente al menos dos veces por semana.

“Hay un patrón clarísimo de consumo mayor de alimentos más saludables y recomendados entre los sectores de mayores ingresos y los no recomendados en los de menores ingresos. Y cuando analizamos los patrones alimentarios por edad, los chicos están siempre peor que los adultos, salvo en el consumo de lácteos”, remarcó Schoj.

Los resultados indican que los chicos consumen un 40% más de bebidas azucaradas, el doble de productos de pastelería y galletitas dulces, el doble de snacks y el triple de golosinas respecto de los adultos.

En los adultos de sectores de menores ingresos se registró un 22% más de obesidad que en los de mayores ingresos (36,9% y 29%, respectivamente), mientras que en los niños no hubo diferencias por estrato económico. En cuanto al patrón alimentario, las personas de los quintiles inferiores consumen la mitad de las frutas, un 40% menos de lácteos, la mitad de pescado, más del doble de bebidas azucaradas y el doble de productos de copetín que los que integran los dos quintiles más altos.

La escuela, en deuda

Los niños y adolescentes pasan gran parte del día en las escuelas, que deben ser aliadas en la promoción de la alimentación saludable y la actividad física, tal como plantean la Guía de Entornos Escolares Saludables, presentada en marzo con recomendaciones para avanzar en la regulación de la alimentación en comedores y kioscos y que forma parte del Plan Nacional de Prevención del Sobrepeso y la Obesidad en niñas, niños y adolescentes, del que ya se están implementando las primeras estrategias y al que ya adhirieron 9 provincias, sostuvo Rubinstein.

En la actualidad, a contramano de lo que propone la guía, la encuesta mostró que en las instituciones la provisión de frutas y lácteos es muy baja (21,5% frutas frescas y 30,3% yogur, postres lácteos o leches). Y sólo el 57% de los estudiantes reportó que la escuela les ofrece siempre agua para beber.

Lo que ocurre en las casas se replica en el ámbito escolar: el 70% afirmó que se provee de alimentos no recomendados como facturas, productos de pastelería, galletitas dulces y cereales con azúcar. Y uno de cada cuatro refirió que la escuela le provee bebidas azucaradas. Casi 8 de cada 10 chicos dijeron que en su escuela hay kiosco. ¿Los productos más comprados? Golosinas y bebidas azucaradas.

La alta disponibilidad y la publicidad en el entorno alientan al sobreconsumo de esos productos altos en nutrientes críticos (grasas, sal y azúcar), lo que configura un entorno obesogénico. Los resultados corroboran la influencia de la publicidad de alimentos en el comportamiento de compra. El 21,5% de los adultos refirió haber comprado en la última semana un producto porque lo vio publicitado y un 23,5% de los padres admitieron haber adquirido uno porque sus hijos lo vieron en un comercial.

En cuanto al etiquetado de productos alimenticios vigente solo un 15% de la población comprende la información nutricional del envase. “Esto demuestra que el sistema de información nutricional vigente en nuestro país no funciona adecuadamente para informar a la mayoría de los consumidores”, señaló Schoj.

Rubinstein dijo que “un marco claro de etiquetado frontal que oriente al consumidor” es una de las políticas regulatorias en las que se busca avanzar, así como en la mejora de los programas alimentarios, particularmente en las poblaciones más vulnerables.

Lactancia materna

Otro resultado significativo arrojado por la encuesta es que en el país el 96,9% de los niños iniciaron la lactancia materna. “Pero nos preocupa muchísimo que sólo el 43,7% de los menores de 6 meses estaba recibiendo lactancia materna exclusiva al momento de la encuesta, tal como indica la recomendación de la Organización Mundial de la Salud”, señaló Diana Fariña, directora nacional de Maternidad, Infancia y Adolescencia . Los principales motivos de abandono de lactancia referidos fueron “me quedé sin leche” (26,2%), “el niño dejó solo” (17,15) o “el niño se quedaba con hambre” (16,5%).