Los abuelos saben más que Google

Los autores enfocan un tema cultural con serias raíces en nuestra sociedad: el lugar que ocupan las personas de la tercera edad. Las características de nuestro estado comunitario los colocan en un lugar muy cercano al descarte, elevando el culto a la juventud a veces sin consideraciones que nos ayuden a tener una conciencia más confortable del paso de la vida.

Por Marta Chemes
Especial para El Litoral

Por José Pérez Bahamonde
Especial para El Litoral

Pepe: Abordar este tema lleva la no humilde intención de querer abarcar el poderoso mundo de la comunicación bajo un título casi inocente.
El filósofo griego Hipódamo de Mileto puso un cartel a la entrada de su academia que decía: “Aquí todo se cura mediante la palabra”. El abandono o desconsideración de las personas mayores es una actitud enferma. Tomar conciencia de ello nos puede ayudar a curarla y a curarnos.
Actitud; sentimiento; emoción -entre otros factores- pueden ayudarnos a comprender que el paso del tiempo almacena una feliz mixtura de sabiduría, flexibilidad y ternura.
Marta: La síntesis de las palabras de Pepe nos llevaría a afirmar sin dudas: “¡Los abuelos saben más que Google!”
Antiguas culturas y -actualmente- las costumbres orientales, jerarquizan la experiencia en la universidad de la vida del ser humano, dándole categoría de jerárquica a la edad. En cambio, la occidentalidad, asociada al consumismo y al fuerte fenómeno del descarte, va generando un desmedido aumento en la angustia de muerte y la sensación de abandono con que las personas mayores abordan la última etapa de su vida.
Pepe: A propósito, no es casual que la proliferación de los geriátricos -nacidos en las exigencias de la cotidianeidad- haga de la vida de nuestros mayores un espacio casi condenatorio.
La primera infancia sigue caracterizándose por necesitar que su demanda de información, juego y afectos, sea constantemente satisfecha y tenida en cuenta.
Toda esta vorágine, nos lleva a que paulatinamente prestemos menos atención a estos valores que sustancian el desarrollo emocional y cognitivo de los niños, garantizando adultos equilibrados.
Marta: Tampoco es el caso de depositar en los jardines maternales o guarderías la total responsabilidad de cubrir estos aspectos: La energía de las personas que integran la pertenencia afectiva de una persona menor es imprescindible.
Pepe: La sabiduría de los abuelos tiene la capacidad de transformarse espontáneamente en juegos, relatos y múltiples propuestas creativas que se insertan en la fertilidad emocional de los niños.
Marta: Es oportuno hacer una salvedad: Los abuelos no deben ser “empleados domésticos”, “niñeros”; “gobernantas”, ni cubrir con “carácter laboral” la relación con las personas menores.
Muy por el contrario: esta etapa debe estar signada por la libertad de disfrutar de la relación con los niños y no de angustiarse con una nueva exigencia.
Esta reflexión no atenta contra la solidaridad ni la colaboración familiar, pero el adulto medio ha de saber que es tiempo de cuidar a las personas menores y a las personas mayores, intentando abrir una propuesta de intercambio afectivo.
Pepe: El paradigma “Los abuelos saben más que Google” merece una aclaración: la forma en que atiende un niño a las historias, anécdotas, comentarios, reflexiones o propuestas de los abuelos, viene siempre cargada de preguntas  que buscan satisfacer más una demanda afectiva que una información intelectual. Léase: las preguntas de las personas menores traen como propuesta una necesidad de alimentación del diálogo. Cada niño se encarga luego, de llevarlo a su “cocina personal”; entrelazar con sus fantasías y construir sus futuros cuestionarios. De esto se trata la formulación de su mundo interior.
Marta: En términos de análisis en la psicología de la comunicación, sabemos que tomar especialmente en cuenta el vínculo de abuelos y nietos nos ayuda a “suavizar” el desarrollo de los estadios puberales y adolescentes. (De algún modo, la complicidad relacional crece con los niños).
Pepe: Cuando decimos que los adultos medios -padres- están en el período de atender a los mayores y a los menores, no nos referimos a la idea de “carga”: aprender a disfrutar de las relaciones, es un proceso que incumbe a la educación emocional, en general.
Saber parar. Saber dejar de lado las situaciones laborales. Saber entrar a la intimidad. Saber abrir espacios para compartir la intimidad familiar, significa un modo de reformulación constante en nuestro proyecto de vida cotidiana.
Marta: Esta reflexión que hace Pepe amerita replantearse y conversar -entre adultos- acerca de cómo estamos transcurriendo nuestra vida cotidiana. ¿Apuntamos a una buena calidad de vida? ¿Precisamos dialogar y reconsiderar nuestra escala de valores; el uso de nuestros tiempos, en fin: la propuesta queda hecha. Las generaciones merecen ser pensadas. Las generaciones merecen ser cuidadas y disfrutadas.
Pepe: Un detalle: creo que es importante fomentar en los abuelos también una vida social independiente. Viajes entre pares; actividades creativas que tengan que ver con la libertad de socializar entre iguales. Esto significa apostar a la vida y diluir la natural angustia que genera el paso del tiempo.
Marta: En una palabra: no obligaciones, sí propuestas. No sobrecargas, sí capacidad para compartir y, sobre todo, que quede bien claro que quien llega a ser abuelo/a se ha ganado la libertad de disfrutar de su familia porque ellos ¡saben más que Google!

Fuente: El Litoral