Aún con la retracción general en el mundo editorial, los libros infantiles crecieron en cantidad y calidad, especialmente los referidos a las emociones. Automáticas e involuntarias, existen ya desde el inicio y nos acompañan a lo largo de toda la vida.
“Educar los sentimientos es importante, seguramente más que enseñar matemáticas o inglés. Pero, sin educación emocional no sirve de nada saber resolver ecuaciones. Las emociones son sensores que, aceptados e integrados a nivel psíquico, permiten tomar mejores decisiones. Se trata entonces de acompañar a los niños a vivir y aceptar sus emociones sin juzgarlas. ¿Y cómo aprender ellos? En la familia, que es la escuela iniciar, de repetir primero por imitación y finalmente por identificación, explica Catalina Porras, psicóloga especializada en Crianza y Familia y miembro de la Asociación Argentina de Disciplina Positiva.
Sentir, aceptar y alojar las emociones, además de reconocer sus causas, será una tarea que padres y niños compartirán durante la primera infancia hasta que ellos sean más grandes y adquieran el lenguaje.
“Los adultos pondremos en palabras sus emociones: así, le prestamos al niño nuestra interpretación como portavoces para verbalizar aquellos físico y corporal que sienten”, añade Porras.
Desde casa se puede trabajar en este sentido con lo que más convoca a los niños: juego, canto, dibujo y fundamentalmente lectura de cuentos. Hay muchos y muy lindos para releer con ellos.
Para los más chicos, uno de los más vendidos es El monstruo de colores de Anna Llenas. Trata sobre un monstruo que no sabe qué le pasa, se hizo lío con las emociones y tiene que deshacer el embrollo identificando cada emoción con un color.
Cuando son un poquito más grandes (3 o 4 años) se puede trabajar con La calma de León. León es un niño que se enoja y, cuando lo hace, siente calor. En este libro su mamá lo ayuda a buscar recursos para que se le pase. “Cada vez intentamos más mirar nuestro interior para descubrir qué nos pasa y eso nos lleva a reconocer y controlar nuestras emociones, gestionarlas y mejorar la relación con nosotros mismos y los otros”, dice Valeria Roquejoffre, periodista especializada en literatura infantil y juvenil que desde su blog @unamamaencolores reseña y recomiendo libros, actividades, salidas y juegos.
La calidad es un requisito que no se debe perder de vista ante la variedad de la oferta. Sin embargo, Gretel Nájera, de @pantuflaslibros, licenciada y profesora de Sociología, docente de educación primaria y Magíster en ciencias sociales y humanas va un paso más allá y aporta otra mirada. “Creo en la literatura como puente hacia otros mundos, descreo de ella como recurso utilitario para gestionar emociones. La búsqueda constante de libros con mensajes desmotiva a los lectores, que saben que deben sacar de cada lectura una moraleja. Recomiendo buscar historias que emocionen y permitan la íntima conexión que se da entre el lector y el devenir del personaje”.
Por ejemplo, en Fernando furioso de Kitamura, el protagonista quiere quedarse viendo televisión a la noche y su mamá no lo deja. El niño se enfurece. Avanza en su proceso de furia y los colores y los elementos que en el libro aparecen se van modificando junto con esa escalada de enojo, hasta que llega al punto cúlmine y ya no sabe a qué se debía esa pataleta. En este punto de la historia no hay reflexión. El libro abre puerta de conversación, porque se puede leer muchas veces y encontrar nuevos detalles.