Las compras online están acabando con los locales tradicionales porque ofrecen mayor comodidad y mejores precios. Pero ahora, los comercios minoristas tienen su revancha de la mano de la ciencia ficción, que digo ficción, de la ciencia y de la alta tecnología.
Te digo, viendo lo que está pasando hoy, los autores futuristas se quedaron cortos. Es cierto que en 1950, el escritor Ray Bradbury había imaginado una sala de realidad virtual capaz de reproducir cualquier paisaje. Es más, Gene Roddenberry, el creador de la serie Star Trek: Next Generation, reprodujo un espacio de ese tipo en sus naves espaciales y lo llamó “holodeck” ¡Pero esto ocurría en el siglo XXIV, no ahora!
El asunto es que todas esas historias de ciencia ficción se están haciendo realidad en Toronto, Canadá. Tomá nota: hace escasos 5 meses, la firma Mountain Equipment Co-op (MEC) abrió una tienda que funciona con realidad aumentada y que permite ver cualquier tipo de carpa, por dentro y por fuera, con todo detalle, como si existiera, cuando no es más que un holograma 3D. De hecho, la sala se bautizó con el nombre “holodeck”, como la que tenían en las naves de Star Trek en la serie.
Con ese aparato, el negocio puede mostrar cientos de productos que antes no entraban ni a palos en el local, aunque era bastante grande (3.300 metros cuadrados). Esa fue una de las razones por la que los directivos de MEC contrataron a Finger Food, una startup canadiense que ya es líder en realidad aumentada. Los expertos desarrollaron la tecnología inmersiva de alta fidelidad que convierte la compra en toda una experiencia única.
Otra razón que movilizó a la tienda de camping es que es que la venta online está convirtiendo a los locales en piezas de museo y, desde hace una década, los expertos coinciden que la única chance de los locales minoristas es convertir a la compra en algo especial.
Ahora, de la mano de la realidad virtual, esa posibilidad empieza a tener color, el comprador podría dejar de ser tratado como un zombie adormecido por la enorme cantidad de estímulos marketineros y convertirse en sujeto activo de una experiencia inmersiva que estimule sus sentidos. Esto es más viejo que la bicicleta, no por nada, la famosa tienda neoyorquina Toys R Us permitía que los chicos usaran los juguetes en exhibición. Te imaginás la cantidad de clientes que generaba.
Hoy, en el local de Toronto, los clientes de MEC pueden usar un teléfono, una tablet o anteojos de realidad aumentada para explorar las versiones 3D de los productos que, inclusive, se pueden mostrar en entornos naturales (virtuales, obvio). La escena es reproducida con un nivel de detalle sin precedentes que, hasta ahora, solo Finger Food pudo lograr.
El truco de la empresa tecnológica con sede en Vancouver es que toma miles de fotos de cualquier objeto para capturar su forma y texturas a una resolución extremadamente alta. Además del realismo que produce la holografía, el sistema de Finger Food se destaca por realizar el escaneo de un objeto en menos de una hora, infinitamente menos que los días que se necesitarían para crear un modelo 3D por computadora.
Es más, las máquinas de la empresa canadiense pueden capturar y reproducir objetos de cualquier tamaño desde una lapicera hasta un avión. Esto, justamente, es lo que está alentando la idea de que la tecnología 3D podría cambiar el concepto de los locales de venta para todo tipo de cosas, inclusive casas. Muchos especulan que con realidad aumentada, y la entrega del producto al día siguiente, sería posible que los locales no necesiten grandes espacios, ni tener stocks a mano.
La nueva tienda de MEC no es el primer trabajo de Finger Food para espacios comerciales. También desarrolló aplicaciones de realidad aumentada que muestran cómo se verían los productos en las casas de sus potenciales compradores, desde revestimientos hasta sillones. Y para un enorme local de equipamiento, creó una guía virtual que permite a los clientes moverse a través de 93 mil metros cuadrados y encontrar lo que estaban buscando fácilmente. De paso, el mismo software alerta a los empleados cuando se acaba un artículo.
Todo muy lindo, pero en el cuento premonitorio de Bradbury, que publicó en su libro “El hombre ilustrado”, unos chicos se habían encariñado tanto con el cuarto de hologramas que no querían irse y, rebelados contra la autoridad parental, crearon una sabana africana donde una manada de leones termina por comerse a los papis. Espero que no lleguemos a tanto.