Durante más de la mitad de la gestión de Mauricio Macri, Carolina Stanley fue la ministra más valorada del Gobierno. El Presidente no tenía grandes resultados económicos para ofrecer, pero a través del Ministerio de Desarrollo Social se garantizó siempre el control de la calle.
Stanley tenía llegada y diálogo a todos los actores sociales: las organizaciones, la Iglesia (incluido el papa Francisco) y, también, buen vínculo con todos los caciques del PRO. Con ellos convino, la ampliación de los planes sociales y el fin de las incompatibilidades entre muchos de ellos.
Las acciones de la ministra subieron tanto que en la Casa Rosada pensaron en ella como la compañera de fórmula del Presidente, cuando la reelección parecía al alcance de la mano.
Las devaluaciones de 2018 y 2019 y 18 meses de recesión generaron casi 5 millones de nuevos pobres.
Además de los aliados, Stanley escuchó de manera cada vez más fuerte las críticas internas a su gestión. Por derecha, Miguel Pichetto y Patricia Bullrich cuestionaron que el propio Gobierno financiara a las organizaciones que se movilizan en contra de Macri. La ministra de Seguridad erosionó la frágil tregua que Stanley había conseguido con el referente de la CTEP.
El jefe de Gabinete, Marcos Peña -enfocado en seducir a la clase media desencantada con Macri-,avaló la estrategia del ala dura y por primera vez dejó afuera a Stanley de una reunión con la Conferencia Episcopal.
Macri sumó 150 mil planes de empleo a los 350 mil que había dejado Cristina Kirchner. Ese detalle que antes le hizo sumar simpatía, aumentó la potencia de sus detractores, que se hacen notar por estos días.