Los casos que en forma reiterada muestran “fracasos” en la educación secundaria, serían las fotos. Pero la película -analizada a lo largo de 10 años- presenta otro panorama: desde que el nivel es obligatorio en la Argentina creció un 33,4% la cantidad de egresados.
Entre 2007 y 2016 se pasó de 251.451 a 335.399 el número de estudiantes en las escuelas de todo el país que obtuvieron el diploma. También aumentó el 30,5% la cantidad de estudiantes que llegan al último año del nivel medio (5° o 6°, dependiendo de la provincia). Representa el 48% de la población que tiene esa edad (17 o 18 años) en nuestro país.
Los datos a los que accedió Clarín son del Observatorio Argentinos por la Educación, tomados de los registros oficiales. Otro punto que revela el estudio es que casi la mitad de los estudiantes logran terminar en la “edad teórica” (entre 17 y 18 años). No obstante, esa variable también mejoró en el periodo estudiado: mejoró del 32% al 45%. Son casi 100.000 adolescentes más que pudieron avanzar regularmente en la escuela secundaria.
“Aunque suene controversial para las ideas frecuentemente instaladas, la educación secundaria en Argentina no está estancada, sino en un proceso de mejora. Sin embargo, este es más lento de lo que los adolescentes necesitan”, explicó la pedagoga Irene Kit , autora del informe que presentó Argentinos por la Educación.
La Ley 26206, promulgada en diciembre de 2006 establece -entre otras disposiciones- la obligatoriedad de la secundaria. El análisis de las estadísticas oficiales determina que el acceso al nivel mejoró en la década analizada. Tuvo mejores resultados en las provincias con estructura 6/6 (seis años de primaria y seis de bachiller): allí subió de 91% a 95%. Argentina tiene 12 provincias con ese esquema, entre ellas Buenos Aires y C´rodoba. Y otras 12 jurisdicciones (como CABA) con el diagrama 7 de primaria; 5 de media.
Entre 2007 y 2017, la matrícula total en el segundo tramo de la educación formal creció́ en poco más de 540 mil estudiantes. “La estadística marca que se debe alinear la obligatoriedad con un sistema escolar centrado en los saberes necesarios, acompañado de una estructura útil para el logro de aprendizajes relevantes”, explicó Sandra Ziegler, investigadora de FLACSO y co autora del trabajo. “Hay que apuntar a que los jóvenes asistan y finalicen una secundaria que les brinde experiencias y aprendizajes sustantivos para el presente y futuro”.
Los números de una década marcan también que siguen altos los indices de abandono: entre 8 y 11% para las provincias con estructura 5/7; y hasta el 7% en los que tienen régimen de 6 y 6 años.
Los especialistas marcan otro punto favorable, luego de evaluar los números del decenio. Hay una mejora visible en las condiciones de inicio: cada vez más estudiantes asisten a primer año en edad oportuna, es decir, sin haber experimentado situaciones de fracaso previas (sin repetir o sin abandonar algún tiempo). La matrícula en edad teórica creció en 8 puntos: en 2007 era el 65% y en 2017 fue del 73%. Irene Kit lo atribuye a una mejora en los aprendizajes, derivados de la implementación del plan que dispuso un ciclo único en primer y segundo grados de primaria, en 2006.
La revisión de estos registros abre un interrogante. ¿Se advierte, junto al crecimiento, una mejora en los rendimientos académicos?. Kit tiene una respuesta: “Esta tendencia inclusiva no opera en contra de los aprendizajes. Los resultados disponibles 2013-2017 muestran mejoras en Lengua (50% de los estudiantes con desempeños satisfactorios y avanzados en 2013; 62% en 2017); y estabilidad en matemática: 35% con desempeños satisfactorios y avanzados en 2013 y 31% en 2017”, sostuvo la especialista.
Según el último censo, casi 4 millones de personas de entre 18 y 35 años no terminaron la secundaria. Allí hay una oferta que -según Kit- apenas satisface el 15% de ese universo. La educación para adultos y las iniciativas de “terminalidad” (plan Fines y otras) convocaron en el período analizado entre 535 mil y 537 mil estudiantes. Pero de ese total, unas 168 mil abandonaron antes de completar el año y más de 112 mil reprobaron el año de estudio. Es decir que el fracaso, en un sólo año calendario, alcanzó a 280.300 estudiantes.
Demasiadas frustraciones para un intento de conseguir el título. “Esta nueva experiencia negativa resulta doblemente desalentadora y dolorosa”, concluye la pedagoga. Y en el caso de la educación para adultos, no hay todavía medición del rendimiento académico.