Hallan genes que podrían predisponer a la gente a ser sedentaria o más activa

Científicos británicos identificaron rasgos comunes en el ADN de las personas con mayor propensión a moverse.

Científicos en el Reino Unido lograron identificar 14 regiones genéticas, siete de ellas desconocidas hasta ahora, que podrían condicionar, en parte, la disposición a la actividad física de las personas, según revela un estudio publicado ayer por la revista Nature Communications.

La investigación, desarrollada por el Instituto de Big Data de la Universidad de Oxford, logró relacionar el tiempo que pasamos sentados, durmiendo o en marcha con nuestros genes. Empleó el método GWAS (Genome-Wide Association Study), que utiliza la correlación -no la causalidad-, para llegar a sus conclusiones.

Los expertos programaron una “máquina de aprendizaje automático” para diferenciar vidas sedentarias y activas (y varios niveles intermedios) en 200 voluntarios que llevaron durante dos días una cámara y una pulsera que monitoreó su actividad cada 20 segundos. Luego, com- pararon esos datos con los de 91.105 individuos registrados en la base de datos Biobank UK que llevaron ese mismo tipo de pulsera durante una semana en periodos anteriores.

“Cómo y por qué nos movemos no depende únicamente de los genes, pero comprender el rol que desempeñan nos ayudará a mejorar nuestro conocimiento sobre las causas y consecuencias de la actividad física”, explicó en un comunicado el director de este proyecto, Aiden Doherty. Solo con el estudio de grandes cantidades de datos, destacó, se podrán descifrar “los complejos fundamentos genéticos” de algunas de las fun- ciones más elementales, “como el movimiento, el descanso o el sueño”.

Además de detectar 14 regiones genéticas relacionadas, siete de ellas nuevas, los científicos observaron por primera vez, gracias a los macrodatos, que “el aumento de la actividad física reduce espontáneamente la presión arterial”.

El análisis genético también mostró que hay una “superposición” entre enfermedades neurodegenerativas, la salud mental y la estructura cerebral, lo que revela el papel clave que tiene el sistema nervioso central en la actividad física y el sueño.

La inactividad física, según los ex- pertos, es una amenaza para la salud pública global, con un amplio espectro de enfermedades asociadas al sedentarismo, como la obesidad, la diabetes o los problemas cardiovasculares. También las alteraciones en el sueño están relacionadas con enfermedades cardíacas y metabólicas y con desórdenes psiquiátricos.

Los expertos del estudio destacaron que el uso de la “máquina de aprendizaje automático” para analizar grandes cantidades de datos de salud está avanzando rápidamente y que condiciona el tipo de estudios que pueden desarrollar.

“Hemos diseñado modelos de aprendizaje automático para enseñar a las máquinas cómo analizar funciones complejas, como la actividad”, explicó Karl Smith-Byrne, uno de los participantes en este trabajo. “Podrían ayudarnos, por ejemplo, a determinar si la inactividad es una causa o una consecuencia de la obesidad”, agregó Michael Holmes, de la Fundación Británica del Corazón de la Universidad de Oxford.

El investigador superior del CONICET Marcelo Rubinstein, que se dedica al estudio del cerebro, los genes y la conducta, es crítico de este tipo de estudios ya que, en su opinión, no logran establecer una relación de causalidad entre los genes y la actividad física. “Hay una discusión sobre hasta dónde la actividad física está vinculada con la obesidad o si hay una relación causal entre ambas. Lo que ya está demostrado es que el supuesto sedentarismo -que en realidad no es tal- no contribuye en absoluto a explicar el fenómeno de la obesidad. Y tampoco se puede demostrar que la inactividad física sea una cuestión genética”, señaló el investigador, también profesor del Departamento Fisiología, Biología Molecular y Celular de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

“Ir a buscar rastros genéticos que puedan explicar la inactividad física es un despropósito -enfatiza-, no está condicionado genéticamente, eso está condicionado por cómo uno se relaciona con el medio ambiente, una persona que, por ejemplo, es enfermera va a tener más actividad física que si trabaja de telefonista”.

Fuente: Clarín

Fecha: 11-12-2018