Por Jorge Eduardo Simonetti
Jorgesimonetti.com
Especial para El Litoral
“Una izquierda sin derecha es, además de una imposibilidad geométrica, un absurdo político”
José Natanson
Con la desaparición del bloque comunista, que en algún momento del siglo XX llegó a abarcar casi la mitad de la población mundial, es válido preguntarse si puede hablarse en el nuevo siglo de la dicotomía izquierda-derecha, si los países que en Latinoamérica se autotitularon de socialistas pueden catalogarse en tal categoría, si existe todavía la izquierda y la derecha como calificación política, y cuál es el alcance que tal definición comprende.
Norberto Bobbio (1909-2004) fue un jurista filósofo y politólogo italiano, que podría ser considerado un socialista liberal. En 1994 publicó un libro, “Derecha e Izquierda”, en el que expresaba su adhesión a la idea que Fernando Savater calificara como “sociedad de ambidextros”.
Decía Bobbio que “no hay gente químicamente pura de izquierdas o de derechas, sino que todo el mundo tiene componentes de ambas ideologías y todas las personas cuerdas son contradictorias y sólo los locos son monotemáticos, esa dualidad continúa vigente, permanece activa”.
En el sentido indicado por Bobbio, entiendo que las polarizaciones políticas del siglo XXI, pasan por otras dimensiones. Describir el mundo con la dicotomía derecha e izquierda es una idea que atrasa, por lo menos, treinta años, teniendo en cuenta que el término izquierda acabó internalizando el concepto de colectivismo marxista, o, de manera menos extrema, el carácter socialista de la identificación. De tal manera, la caída del mundo comunista trajo aparejado el derrumbe de la categorización política de la izquierda.
La vieja idea de una izquierda representante del proletariado oprimido contra los intereses de las grandes empresas y la burguesía es cosa del pasado.
Hoy, las caracterizaciones de izquierda pasan más por autodefiniciones de gobiernos que casi nada tienen que ver con la realidad de sus ideas ni con el sentido de sus políticas. Pasa lo mismo con las ubicaciones políticas que las personas se atribuyen.
La derecha, por otra parte, que sería la contracara de una división ideológica del mundo, también ha casi desaparecido, sus viejas propuestas fundadas en el fascismo o el nacionalismo han quedado casi archivadas en el tiempo, sólo rescatadas incidentalmente por algunos grupúsculos extremistas o por la aparición de políticos con discursos de la contrapolítica, que se consumen en su propio fuego de carácter fatuo, para fenecer con la misma rapidez con la que aparecieron, o para olvidarse en gestión de gobierno de sus propuestas intolerantes, ante la contundencia de los problemas reales que deben enfrentar.
Pienso que los conjuntos de opuestos o distintos, en el mundo actual de las ideologías, pasan por otros parámetros. Hoy la tendencia dominante es dirigirse hacia el centro, el centro político y económico.
En términos ontológicos, la discusión del siglo XX entre el capitalismo liberal y el comunismo ha perdido vigencia teórica y práctica por la desaparición del bloque comunista y el aggiornamento de la tesis liberal.
En los tiempos que corren, ni la nueva izquierda es tan izquierdista ni el neoliberalismo es tan liberal.
Es más, creo que la denominada nueva izquierda no tiene vida propia, carece de naturaleza distintiva que le permita disputarle al neoliberalismo, por vía de la contradicción, el terreno filosófico, político, económico y social dónde se juegan las alternativas de las sociedades en el mundo actual.
La teoría marxista leninista, que se instrumentó en los hechos de manera incompleta en el bloque soviético, tenía como objeto la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción, la instauración de una dictadura de la clase proletaria, para finalmente llegar a la solidaridad completa en una sociedad sin clases (objetivo trunco). Su medio de acceso al poder fue la violencia revolucionaria.
Claramente contrastaba con la tesis liberal, propia del mundo occidental, en que la propiedad privada y el ánimo de lucro constituían el basamento de la evolución de la democracia liberal.
Pero el marxismo leninismo, considerado la verdadera izquierda revolucionaria, no pudo pasar de su etapa primigenia. La dictadura del proletariado en realidad alcanzó sólo a ser la dictadura de la burocracia política, en medio de una centralización absoluta de la economía y la vigencia de un poder autocrático.
Esta nueva izquierda no fue construida, en la realidad, con los escombros ideológicos y políticos del derrumbe soviético, no mantuvo uno sólo de los basamentos doctrinarios importantes de la doctrina marxista, antes bien su metodología de subsistencia, especialmente en los países del tercer mundo, fue el de la mimetización con los reclamos que siempre se le hicieron al sistema liberal capitalista, aunque sin el cuestionamiento del sistema como tal, y, mucho menos, el de ofrecer alternativas que socaven su propia base.
Ni propiedad colectiva de los medios de producción, ni dominio del gobierno por la clase obrera, ni colectivización de la vida social, ni socialismo de ningún tipo, nada de eso conserva la autodenominada nueva izquierda como base política, sólo ha convertido su razón de ser en un combo cultural de reclamos que de ningún modo tiende a cambiar el sistema neoliberal vigente hoy en el mundo.
Para bien o para mal, los izquierdistas de estos tiempos, se han convertido más en los lúmpenes políticos de la democracia liberal, que transitan por sus bordes y ayudan a corregir las demasías del sistema con sus reclamos, pero que son en última instancia un justificante por oposición de la vigencia del propio sistema.
Desde la Revolución Rusa de 1917 hasta la disolución del bloque soviético en 1991, setenta y cuatro años de vigencia comunista, han forjado una férrea identificación de la izquierda con la teoría y la práctica marxista.
La izquierda quedó sujeta a las anclas ideológicas del comunismo, y, a pesar de que hoy se quiere mantener la terminología para ciertos movimientos políticos, lo cierto es que la izquierda ha muerto con la muerte del bloque soviético, y que no existen hoy doctrinas vigentes que recuperen los principios nucleares del socialismo. Estoy convencido que la izquierda ha fenecido por implosión en el siglo pasado.
Si se quiere denominar izquierda a los rebeldes del sistema, el término puede aplicarse a una variada gama de rebeldías sociales, culturales, políticas, pero no ideológicas. La izquierda murió con la muerte del socialismo.
Seguir usando el término izquierda para definir lo que no es socialismo es negar la realidad y mimetizarse engañosamente con mensajes confusos creados para engañar y adulterar el verdadero significado del objeto político y doctrinario.
El ejemplo más palpable de adulteración ideológica está en el fenómeno latinoamericano del socialismo del siglo XXI, un combo de oportunismo, estatismo, populismo y corrupción que casi nada tiene que ver con una concepción política diferente a la que rige hoy en el mundo.
Fecha: 30/6/19
Fuente: El Litoral