Durmiendo con el enemigo - Universidad de la Cuenca del Plata

Durmiendo con el enemigo

Los celulares también “nos escuchan”, pero ahora se descubrió un paso más: es posible que las empresas nos usen para terminar de convencer a nuestras parejas, hijos o con quien convivimos

Los celulares nos rastrean y nos escuchan, pero ahora se descubrió un paso más: saben con quién vivimos. Es decir, nuestros celulares empiezan a comunicarse entre sí con el de nuestros concubinos, hijos, parejas, parientes y compañeros de oficina.

Ya sabemos que las empresas más grandes de tecnología (Google, Facebook, Apple, Amazon) recolectan mucha información nuestra a través de los dispositivos móviles y las apps instaladas en ellos. Así saben, por ejemplo, quienes somos (edad, nombre, dirección, DNI, dónde estamos, etc.), de qué trabajamos, nuestras compras y qué usamos para pagar, por dónde nos movemos habitualmente (si en auto, a pie o en bici) y qué buscamos en internet, además de con quién hablamos (más y menos) por Whatsapp, las fotos que sacamos, los videos que grabamos y a quién le damos más likes en Instagram y Facebook. También dónde vacacionamos, lo que tuiteamos, qué música escuchamos en Spotify, los videos que vemos en YouTube, los mails que escribimos y recibimos en Gmail o Hotmail, qué auto usamos, o si llamamos Uber, los stickers que nos gustan, lo que deseamos y un infinito etcétera. En este momento mientras tipeo esto en un documento alojado en la nube de la app Docs de Drive, de Google, la compañía norteamericana sabe que estoy escribiendo estas mismas palabras.

Las aplicaciones instaladas en el celular saben dónde estamos y con quién (con qué otro celular)

Los celulares también nos escuchan. Seguro les pasó que en una charla entre amigos comentan algo y al día siguiente lo ven plasmado en un aviso publicitario, en Instagram o en Facebook o por cualquier otro sitio web donde naveguemos. También nos escuchan, por supuesto, los parlantes inteligentes tipo Alexa (de Amazon) y los de Google. Reaccionan con nuestras órdenes de voz.

Pero ahora se descubrió un paso más: es posible que las empresas nos usen a nosotros para terminar de convencer a nuestras parejas, hijos o con quien convivimos. A través de los GPS, las aplicaciones instaladas en el celular saben dónde estamos y con quién (es decir, con qué otro celular) y toda esa información que detallamos al principio empieza a cruzarse hasta que saben con quiénes nos cruzamos más seguido y qué compramos en común con el otro. ¿Qué aplicaciones? Facebook por ejemplo, que además de contar con casi 2.000 millones de usuarios, también es la dueña de Instagram y Whatsapp. En 2018, incluso, la empresa de Mark Zuckerberg fue cuestionada porque se supo que rastreaba a usuarios aunque estos no estuvieran logueados en su app. Lo hacían vía cookies (especie de huellas digitales que dejamos cuando estamos online) y sabían dónde estaban esos usuarios aunque no tuvieran permiso.

Pero también Google, ya que el sistema operativo Android instalado en el celular (en todos los que no son iPhone) es de su propiedad. Apple tiene su propio sistema (iOS) y hace pocas semanas cambió sus políticas de privacidad respecto a los datos que pueden obtener otras aplicaciones.

Este tema empezó con un hilo de Twitter que hizo la semana pasada Robert Reeve, un experto en seguridad, quien contó que después de pasar una semana en la casa de su madre, empezó a ver publicidad de la marca de pasta de dientes que ella usa y que él jamás compró ni usó. Tampoco habló con ella de esa marca ni la buscó en Google. “Se trata de cómo pueden esos datos ser usados contra cada persona que conoces. Para moldear su comportamiento de forma inconsciente”, escribió.

Esta técnica persuasiva no es nueva, claro. Viene de hace siglos. La famosa táctica de usar la fuerza de otro para torcer el inconsciente y la voluntad de un tercero y convencerlo. “Por favor, andá e insistele a Pedro para que nos vayamos un fin de semana a ese hotelito de la costa”.

Veamos con este simple ejemplo: se me ocurre comprar una tostadora porque la actual ya quedó vieja. Miro las que hay online, las ofertas, los modelos, colores, comparo precios, pregunto en Twitter. Guardo un par en favoritos y pospongo la decisión. Al día siguiente, a mi pareja le llegan un par de ofertas de tostadoras por Instagram, por Facebook y también cuando busca algo relacionado a comida y electrodomésticos. Ella viene y me dice “Mi amor, estuve viendo online y me parece que hay que cambiar la tostadora, ¿no?”. Ese era el exacto empujón que necesitaba. Concreto la compra y el fin de semana, la casa arranca con una nueva tostadora.

Nota publicada en Infobae: https://www.infobae.com/opinion/2021/06/01/durmiendo-con-el-enemigo/