La llegada del hombre a la Luna fue algo más que el fin de la carrera espacial y la consagración norteamericana sobre el predominio soviético. El hecho representó un cambio de paradigma que primero impactó en la ciencia y la tecnología de la época; y con el correr de los años, las innovaciones pensadas para la conquista del astro fueron revolucionando la vida cotidiana. Los principales inventos todavía tienen una aplicación práctica en la sociedad.
La puesta en órbita del Sputnik -primer satélite de la historia que en 1957 navegó alrededor de la Tierra- fue el puntapié inicial de la disputa tecnológica entre la URSS y EEUU. Y mientras el brillo soviético con sus logros empalidecía el lustre de su rival, el presidente John F. Kennedy fue quien se propuso terminar con esta supremacía. Así, aumentó el presupuesto de la NASA un 101%, absorbiendo casi el 5% de todo el gasto público para llegar a la Luna antes que sus adversarios.
Entre 1959 y 1973, la agencia espacial desembolsó 23.600 millones de dólares para avanzar sobre el cuerpo celeste. Esa cifra, según el valor del dólar de 1973 y teniendo en cuenta la inflación equivale a 131.750 millones de dólares en el mercado actual. Muchos cuestionaron que ese dinero no haya sido destinado para causas humanitarias.
Sin embargo, no todos lo consideran un gasto desproporcionado. “Explorar el espacio fue una grandiosa inversión”, indicaba Wallace Fowler, profesor de ingeniería aeroespacial en la Universidad de Texas, en un artículo de 2014. Este ingeniero asegura que el beneficio económico total de cada dólar gastado en el programa espacial generó un rebote de entre 8 y 10 dólares.
Para documentar estas retribuciones, la NASA publica desde 1976 la revista Spinoffs, que ahora está online, en la que se exponen todos los productos derivados de la exploración espacial que llegaron al mercado. La agencia tiene catalogados más de 1.500 tecnologías y unos 30 mil productos, que han favorecido a la humanidad, mejorado la calidad de vida y promovido el bienestar económico.
Para colocar una nave tripulada fuera de la órbita terrestre, uno de los requisitos básicos era la miniaturización electrónica para reducir el volumen de las computadoras, que hasta entonces eran enormes moles de cables y bombillas. Esto obligó a los técnicos a condensar los circuitos eléctricos sin acortar el poder de procesamiento de las cuatro computadoras que portaba la nave Apolo.
No es casual que a los pocos años de esta miniaturización de los componentes básicos, comenzaron a florecer las primeras compañías informáticas. En 1970, DEC lanzó su primera minicomputadora de 16 bits. La PDP-11/20. Un año más tarde, Intel Corporation presentó el primer microprocesador, el 4004. En 1975 apareció la Altair 8800, la primera microcomputadora. Todos estos avances son la base de la informática hogareña. En esa época también se fundó Microsoft.
Uno de los aportes menos difundidos de la misión Apolo es el sistema de control digital de vuelo. Ya que cuando se inició el programa Apolo, los pilotos controlaban los aviones mecánicamente mediante cables y varillas que conectaban sus instrumentos a las superficies de control de la aeronave, como los alerones y los timones de cola.
Para eliminar el error humano y guiar el vuelo con mayor precisión, la NASA encargó a Draper Laboratories que construyera un sistema de guía por computadora para el módulo de comando Apolo y el módulo lunar. Años después, se lo adaptó para la aviación comercial y hoy se lo emplea para la navegación, estabilidad y frenado antibloqueo de los aviones y automóviles.
Además de dar un gran paso para la humanidad, las botas que utilizó Neil Armstrong en la superficie lunar, sirvieron de inspiración para las zapatillas utilizan los deportistas. Mediante una serie de resortes internos, que además de proporcionar ventilación, disminuían el impacto en las extremidades inferiores, algo que fue puesto en práctica desde 1980 para amortiguar el impacto sobre el suelo en los movimientos de los corredores.
Uno de los inconvenientes que enfrentó la NASA al planear la gesta del Apolo fue corroborar que todos los alimentos que los astronautas llevaban consigo estuvieran libres de microbios que pudieran enfermarlos. La agencia contrató al fabricante de alimentos Pillsbury, quien detectó que el fallo estaba en los métodos de control de calidad.
En lugar de apuntar al producto final, diseñó un sistema para tomar el control de todo el proceso de fabricación, desde las materias primas hasta el entorno de procesamiento y la distribución. Este mismo control se aplica y exige ahora a todos los productos que se encuentran en la góndola de un supermercado.
Pero no fue el único avance en la industria alimentaria. Otro de los focos fue mejorar los métodos de conservación de alimentos para llevarlos al espacio. Así, la deshidratación y posterior congelando para conservar el líquido dio origen a la extensa cadena de productos congelados. Lo que se logró fue que la comida perecedera dure por años, ya que al no haber humedad las bacterias no se desarrollan.
Otras tecnologías que hoy se lucen en las muñecas de muchos relojes inteligentes son los monitores cardíacos, que se emplearon para controlar el ritmo cardíaco de los astronautas cuando estaban en órbita. Mientras que el joystick que acompaña a las consolas, se empleó por primera vez en el Rover Lunar Apolo.
Fecha: 19/7/2019
Fuente: Diario Clarín