Ciencia de la ira: cómo el género y la personalidad le dan forma a este sentimiento

Los expertos creen que la capacidad para la ira fue programada en el cerebro a lo largo de millones de años.

La ira es la chispa de fuego que se dispara en nuestro cerebro cuando uno siente que fue estafado. Tal vez, un extraño se adelantó y ganó el último lugar donde estacionar el auto, o un compañero de trabajo haragán dejó para hacer una tarea ingrata que nadie quiere. O tal vez, uno debió enfrentar una traición profunda y dolorosa de parte de alguien que ama.

La ira es una de las emociones más primitivas. Los animales están provistos de los mismos circuitos neuronales básicos. Opera en un espectro que va desde la leve frustración a la furia total, y la intensidad con la cual uno siente ira y cómo actúa en ese caso, es muy personal. La ciencia comienza a dar explicaciones nuevas sobre las maneras en las que la personalidad, la edad, el género y las experiencias de vida dan forma al modo en el que cada un procesa esta emoción.

Los científicos creen que la capacidad para la ira ha sido programada en el cerebro a lo largo de millones de años de evolución. Forma parte del instinto para enfrentar las amenazas, para competir por los recursos y para poner en práctica las normas sociales.

La ira se origina en el circuito de recompensa en el cerebro. Uno está constantemente calculando qué espera que suceda en cualquier situación. Cuando no hay correspondencia entre lo que se espera y lo que recibe, el circuito de recompensa en el cerebro hace sonar la alarma y se dispara la actividad en una región pequeña con forma de almendra en el cerebro, llamada amígdala.

La ira puede disparar la respuesta de lucha o huida en el cuerpo, haciendo que las glándulas suprarrenales secreten hormonas del estrés que fluyen por el cuerpo, como adrenalina y testosterona, que preparan para la agresión física. Sin embargo, ¿cómo es que se termina transpirando o frunciendo el ceño o incluso pegándole una trompada a alguien? Esto depende de una segunda región en el cerebro, la corteza prefrontal, que es la responsable de tomar decisiones y del razonamiento. Esta región pone a la ira en contexto y recuerda comportarse de maneras aceptables. La mayor parte del tiempo, mantiene los instintos primarios bajo control.

La sensación de ira puede alterar el modo en el que se consideran los riesgos. Los estudios han demostrado que esto hace a las personas más impulsivas y hace subestimar las posibilidades de malos resultados. En un estudio, los voluntarios a los que se les hizo sentir ira estimaron las probabilidades de sufrir un ataque cardíaco como menores y dijeron que tenían más probabilidades de recibir un aumento de sueldo, en comparación con los voluntarios a los que se había presionado para sentir temor. Según el contexto, la ira puede dar coraje o volver imprudente.

La ira ha sido considerada con bastante negatividad a lo largo de la historia. En la antigua Grecia, Séneca afirmaba que la ira era “inútil incluso para la guerra”, y la misma formaba parte de la lista de pecados mortales. Pero la ciencia sugiere que podría traer algunos beneficios para la persona que siente ira, si no para la sociedad en su totalidad.

La ira puede servir como motivador poderoso. En un estudio de 2010, los científicos holandeses les mostraron a los voluntarios fotos de objetos como lapiceras y tazas en la pantalla de una computadora entremezcladas con imágenes subliminales de rostros furiosos o neutrales. Cuando una cara enojada aparecía rápidamente primero, las personas calificaban a los objetos como más deseables y se esforzaban más para obtenerlos en un juego posterior. Es interesante que los participantes no estaban conscientes de esta motivación, simplemente decían que les gustaban más los objetos.

Las expresiones de ira visibles también puede alterar la manera en la que lo perciben a usted. Larissa Tiedens, psicóloga estadounidense que realizó una investigación exhaustiva sobre ira, descubrió que los participantes respaldaban más al presidente Bill Clinton cuando lo veían expresar ira respecto del escándalo de Monica Lewinsky, que cuando lo veían expresar tristeza, y este efecto se repetía con un político desconocido.

Tiedens también descubrió que los participantes asignaron un cargo y un salario más altos a un candidato a un empleo, a un candidato que se describió como furioso en oposición al triste. Y demostrar ira durante una negociación también resultó aumentar las probabilidades de tener éxito; es más probable que la gente se rinda ante alguien que sea percibido como terco y dominante. Vale la pena notar que estos estudios tuvieron relación con el grado de ira considerado; hay evidencia de que las personas ven a las mujeres con ira de manera menos favorable.

¿Los hombres tienen más ira que las mujeres?

En promedio, los hombres son más abiertamente agresivos que las mujeres y por lo tanto, podría suponerse que también tienen más ira. Pero este no parece ser el caso. La investigación demostró de manera consistente que las mujeres experimentan ira con la misma frecuencia e intensidad que los hombres.

Es más probable que los hombres que sienten ira demuestren agresión, aunque esto no significa que las mujeres no están motivadas por la furia con tanta frecuencia. Un estudio, realizado por científicos de la Universidad Estatal del Sudoeste de Missouri, que estudió alrededor de 200 hombres y mujeres, sugirió que las mujeres tuvieron tanta ira y actuaron acorde a su enojo con la misma frecuencia que los hombres. La diferencia principal que identificaron fue que los hombres se sintieron menos efectivos cuando fueron obligados a contener su ira, mientras que las mujeres parecieron controlar mejor las respuestas a la ira impulsivas e inmediatas.

Algunos han sugerido que estas diferencias de género se originan en diferencias subyacentes en la biología del cerebro. Un estudio, de Ruben y Raquel Gur, un matrimonio que forma un equipo en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania, descubrieron que mientras la amígdala tiene un tamaño similar en los hombres y las mujeres, una segunda región, denominada la corteza frontal orbital, involucrada en el control de los impulsos agresivos, es mucho más grande en las mujeres. Sugirieron que esto podría ayudar a explicar por qué las mujeres parecen ser mejores en mantener los estallidos explosivos bajo control.

Fuente: Clarín

Fecha: 14-5-2019