Casi la mitad de la población activa tiene trabajo precario o está subempleada

El “subempleo inestable” fue lo que más creció en el período 2010-2018, según un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA.

Sólo el 44,1% de la población económicamente tiene un empleo pleno de derechos según los datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina de la UCA, correspondientes al tercer trimestre de 2018. La mayoría, en cambio, se reparte en otras tres categorías. El 27,2% cuenta con un empleo precario, es decir, regular y con niveles de ingresos superiores a los de subsistencia, pero sin afiliación alguna al sistema de seguridad social; el 18,6% está sometida a un subempleo inestable, realizando changas, trabajos temporarios o no remunerados o siendo beneficiarios de programas de empleo con contraprestación. Por último, el 9,9% de la población está desocupada.

Según muestra el informe “Heterogeneidad y fragmentación del mercado de Trabajo (2010-2018)” elaborado por el observatorio de la UCA, la proporción de subempleos inestables creció de 9,7 a 18,6% en los ocho años que abarca el periodo estudiado. Esta suba compensó la baja en la desocupación y en el empleo precario (en 1,5 y 7,9 puntos porcentuales, respectivamente), ya que el empleo pleno sólo aumentó 0,3% en el mismo período (de 43,8% en 2010 a 44,1 en 2018).

“Entre 2017 y 2018, sin que se hayan registrado cambios relevantes en la tasa de actividad, se observa un relativo estancamiento del empleo pleno (0,2 pp.), teniendo como correlato una muy leve disminución de la precariedad laboral (0,6 pp.) y sostenidos y elevados valores del subempleo inestable y el desempleo abierto“, señala el informe.

El subempleo inestable es definido por Eduardo Donza, autor del informe, como “lo más precario dentro de la precariedad”. Su crecimiento se explica por problemas estructurales, tanto como coyunturales. “En una crisis no solo aumentan los programas de contraprestación, sino que empeora todo el mercado de trabajo y todos bajan un escalón“, agrega Donza.

Informalidad

La estructura productiva argentina incluye un importante sector micro informal, caracterizado por un reducido nivel de productividad y retribuciones. Y allí se reúne la mayor parte del empleo precario y el subempleo inestable.

“Por lo general, los trabajadores de este sector están ocupado en actividades precarias o inestable, con condiciones de trabajo deficitarias, bajos ingresos, falta de protecciones sociales y limitaciones para ejercer los derechos laborales”, explica el informe de la UCA.

A finales de 2018, el sector micro-informal reunía el 49,3% de los ocupados, frente al 14,9% del sector público y el 35,8% del sector formal. Observando la serie 2010-2018, el sector micro-informal creció: en 2010, ocupaba al 45,9%. En cambio, el sector formal decreció 3,3 pp. y el sector público se mantuvo estable. “En la Argentina, la mitad de los trabajadores se encuentran en el sector micro informal y con pocas posibilidades de pasar al formal”, dice Donza. “Se va formando este núcleo duro de informalidad, del cual es cada vez más difícil regresar”.

En los años 70 y 80, lo informal refería a “pequeños establecimientos, el taller familiar o la persona que nos arreglaba el aire acondicionado. Es decir, cuentapropistas no profesionales, pero con formación técnica”, analiza Donza. “A partir de los 90, las personas que no consiguen trabajo asalariado forman parte de las actividades por cuenta propia y la única posibilidad que encuentran es insertarse en trabajos de baja calidad o inventarse un trabajo precario, como en el caso de cartoneros o limpia parabrisas”, agrega.

En 2018, el 81,7% los trabajadores del sector micro-informal tenían un empleo precario o un subempleo inestable, mientras que este empleo de baja calidad sólo lo presentaron el 24,8% de los trabajadores del sector formal y el 12,6% de los del sector público. Esta brecha se mantuvo estable en todo el período que analiza el informe.

Por otra parte, “las actividades en el sector micro-informal de la estructura económica se encuentran asociadas con el nivel socioeconómico del hogar de pertenencia del trabajador”, señala el informe. “El 74,8% de los ocupados del 25% de los hogares e más bajo nivel socioeconómico desarrolla actividades en el sector micro-informal, mientras que en el 25% de los hogares de mayor nivel socioeconómico este se reduce a sólo el 17,3%”, detalla el documento de la UCA.

Correlativamente, el ingreso medio mensual de los trabajadores del sector micro-informal fue un 41% menor que el ingreso del total de ocupados: $10.283 contra $17.454 del total. Además, el ingreso medio mensual del sector privado formal fue de $24.985 y el del sector público de $22.987.

También el ingreso por hora fue un 38% menor que el del total de ocupados: $79,1 contra $126,8. En el sector privado formal, el ingreso horario fue de $179,2 y el de los ocupados por el sector público, de $157,9.

Factores de inserción

El nivel socioeconómico del hogar es el factor que más incide en las limitaciones de inserción en trabajos de calidad. La probabilidad de ocuparse en el sector micro-informal aumenta 13,5 veces al comparar los trabajadores de hogares de nivel socioeconómico muy bajo con los del nivel medio alto, anulando el efecto de otras variables.

La región de residencia, también, genera situaciones diferenciales de inserción en la estructura productiva: los habitantes del Conurbano presentan 1,8 veces más de probabilidades de encontrarse ocupados en unidades productivas del sector micro-informal que lo residentes en la Ciudad de buenos Aires.

Aunque la posibilidad de los trabajadores de poseer un empelo pleno de derecho dependen más de eso factores estructurales (nivel socioeconómico y lugar de residencia), las mujeres, los jóvenes y los trabajadores de nivel educativo bajo tienen más inconvenientes en la obtención de ese tipo de empleo.

“La teoría del capital humano habla únicamente del nivel educativo de las personas. Aunque hay una asociación entre el nivel educativo y los empleos de baja calidad, son los modelos multivariados los que permiten determinar cuál es el efecto real de cada variable”, explica Donza. “Cuando se habla sólo de la variable educativa, el peso en última instancia cae en la persona: no consigue trabajo porque no se capacitó”, sigue el investigador. “Pero en un mercado de trabajo precarizado, si un desocupado se capacita va a estar más adelante en la cola de los desocupados, pero no va a haber más puestos de trabajo porque se capacite“.

Si se realiza, en cambio, un análisis estructural de la sociedad “pueden verse las correlaciones entre la posición socioeconómica y la red de relaciones en las que está inserta cierta familia: las amistades que tiene, los lugares donde estudió. La mayor parte de los trabajos se consiguen a través de esa red“, agrega.