Los jardineros lo saben: una buena poda hace crecer árboles más fuertes. Para los neurobiólogos que estudian cómo, por qué y cuándo el cerebro se transforma y ejecuta sus distintas funciones, esa idea se puede aplicar a lo que ocurre en la cabeza de un adolescente. En ese período de revolución corporal, psicológica, emocional y social, empieza a definirse el cableado final que van a usar las neuronas. Y para eso, el organismo poda las ramificaciones innecesarias.
Esa es apenas una de las cosas que ocurren en el cuerpo de una nena o varón de entre 12 y 24 años (las últimas revelaciones señalan que la adolescencia se extiende hasta casi los 25). Hoy se sabe que una de cada cuatro personas en el mundo es adolescente y que, para la ciencia, cada uno de ellos representa un enigma a resolver.
En distintos laboratorios del mundo se investiga cuándo apareció la adolescencia, por qué nuestra especie es la única que atraviesa una etapa de esas características y qué factores influyen para que últimamente esté cambiando su punto de comienzo y de final (aparentemente se está ampliando). Viva consultó a los máximos expertos locales e internacionales para develar algunos de esos misterios.
Hace aproximadamente dos millones de años, cuando uno de nuestros antecesores, el Homo erectus, vivía en lo que hoy es China e Indonesia, empezaron a delinearse las primeras señales de la adolescencia. Antes, ni figuraba. Y esto es una presunción porque todavía no se sabe con exactitud si apareció en ese momento o es más reciente. “La información que los antropólogos manejamos para estudiar cuándo y cómo aparece la adolescencia como estadio del ciclo de vida humano proviene de los estudios de la anatomía comparada con otras especies primates, también recurrimos a la paleontología humana y a la arqueología. Algunos investigadores sostienen que apareció ya avanzada la evolución de la especie Homo (tal vez con Homo erectus), vinculada a la necesidad de prolongar el tiempo para alcanzar la madurez a través del aprendizaje y, con eso, mejorar la capacidad de supervivencia”, señala María Florencia Cesani, experta argentina en antropología biológica e investigadora independiente del Conicet.
“Yo creo que los neandertales y los primeros homo sapienstuvieron una adolescencia algo más corta que la actual. Pienso que tal como la conocemos hoy, podría tener algo más de entre 100 mil y 50 mil años”, comenta José María Bermúdez de Castro, paleoantropólogo español, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, con sede en Burgos, España.
¿Cuándo habrá aparecido entonces? “Todavía no lo sabemos con exactitud aunque es probable que no tenga una antigüedad mayor a los 125 mil años o que incluso sea más reciente y haya aparecido hace unos 60 mil años. Por ahora es un enigma académico”, asegura Barry Bogin, profesor emérito de antropología biológica de la Universidad de Loughborough, del Reino Unido, y el máximo experto mundial en adolescencia.
Bogin publicó varios papers (trabajos científicos) en los que explica la importancia de analizar este momento de la vida para entenderlo y saber, quizás, hacia dónde van los humanos. “Los chimpancés, los parientes más cercanos del hombre, no tienen adolescencia. Es una transición de la infancia a la adultez que sólo es propia del homo sapiens”, sentencia el experto Bogin.
Tal vez sea otra de esas características que hacen humanos a los humanos. “A diferencia de cualquier otro mamífero, incluso otros primates, los humanos tienen ciclos alternos de rapidez y lentitud. La adolescencia es lenta. En las niñas se extiende desde los 11 a los 18 años. En los niños, de 12 a 22, aunque es verdad que otros colegas opinan que podría llegar a superar los 24 años, ¡y llegar a los 25!”.
Más allá de mejorar la capacidad de supervivencia, ¿por qué otras razones es tan vital esta etapa en los humanos? “En los mamíferos existe un período de desarrollo que empieza con la pubertady termina cuando el individuo se vuelve lo suficientemente independiente como para cuidarse por sí mismo y aparearse con éxito. Los humanos no somos diferentes, pero obviamente lo vivimos distinto”, opina Larry Steinberg, autor de 17 libros sobre el tema.
“Se cree que este momento de la vida podría haber evolucionado para brindar un tiempo adicional en la adquisición de las habilidades sociales (complejas y necesarias), herramientas imprescindibles para ser padres exitosos. En términos evolutivos, eso se traduce en un mayor éxito reproductivo, algo que implica dejar un mayor número de descendientes capaces de sobrevivir y alcanzar la edad reproductiva”, detalla la investigadora Cesani.
El experto Bermúdez de Castro coincide: “No existe un consenso sobre esto, pero muchos especialistas consideran que la adolescencia retrasa la posibilidad de tener descendencia muy pronto, y permite entonces prepararse para el momento de ser buenos padres, con madurez suficiente para sacar adelante a sus hijos. Pero lo cierto es que la plena madurez cerebral no se consolida hasta bien entrada la tercera década de la vida (hacia los 25-28 años), de acuerdo con los últimos estudios que se hicieron en 2012”.
Los cambios en el cuerpo adolescente son veloces, pero la forma en que se van develando, lentas. “Hace décadas se daba por sentado que el mayor período de desarrollo cerebral sucedería en los primeros años de vida, pero en ese entonces no contábamos con las herramientas necesarias para mirar dentro del cerebro y poder determinar con mayor precisión su desarrollo en diferentes etapas. Los grandes avances en métodos como la resonancia magnética estructural y funcional, nos permiten mirar la estructura y funcionalidad del cerebro. Hoy entendemos que no todo termina de desarrollarse en los primeros años de vida sino que continúa hasta los 25 años”, explica Teresa Torralva, directora del departamento de Neuropsicología de la Fundación Ineco-Incyt.
El cerebro es uno de los órganos que vive una de las transiciones más importantes. Y apasionantes, porque los cambios delinean el futuro de cada individuo.
“Más allá de que a los 6 años, el volumen cerebral ya tiene el 90 por ciento de lo que será en la adultez (el volumen total se alcanza a los 12), el desarrollo cerebral está todavía muy lejos de llegar a ser completo. Hoy sabemos que el cerebro continúa con su desarrollo y cambio durante el resto de nuestra vida, pero lo hace de una manera más lenta y pausada que en los primeros años. Uno de los mayores desafíos que existe en esta etapa es que, así como en los tres primeros años existe un período de plasticidad cerebral, con un crecimiento neuronal y su consiguiente poda, en la adolescencia –justo antes del surgimiento de la pubertad– nuevamente se produce un nuevo y notable aumento de la sinapsis y otro período de poda”, comenta Torralva.
Lo notable de esa poda es que abarca grandes regiones del cerebro de los adolescentes. “En algunas zonas, hasta la mitad de las conexiones sinápticas se pierden. Este segundo período de poda es fundamental porque contribuye a la sintonía fina, al esculpido de las conexiones cerebrales necesarias para que se generen los circuitos del cerebro adulto. Se trata de un nuevo período de plasticidad que se da durante la adolescencia como parte del desarrollo normal y que no volverá a presentarse otra vez en la vida”, concluye la experta.
Si el cerebro en esa etapa está verdaderamente revolucionado, es fácil imaginar que existe, al menos, confusión en la cabeza de chicos y chicas. “Es que las regiones que se cablean en un adolescente son las más anteriores del cerebro, llamados lóbulos frontales, que están relacionados con la toma de decisiones, la capacidad de abstracción, la empatía, la autorregulación emocional y otras funciones relacionadas con las interacciones sociales. Esta es la razón por la que los adolescentes tienen dificultades para ponerse en el lugar de otro, en la toma racional de decisiones y en la regulación de sus emociones. Las bases cerebrales de estas funciones no están totalmente desarrolladas aún. Por eso, brindar y promover experiencias enriquecedoras a nuestros adolescentes impactarán sin dudas en la generación de más y mejores conexiones cerebrales. Es una oportunidad y a la vez una responsabilidad de padres, docentes y profesionales de la salud”, sugiere Torralva.
Mientras el cerebro cambia a gran velocidad, la maduración corporal del adolescente se toma su tiempo. Los parientes más cercanos –los grandes simios y los chimpancés– tardan unos 11 años en llegar a la edad adulta. Los humanos, más de 18. El investigador Christopher Dean, del University College, de Londres, comenta que la ciencia conoce esos datos gracias al análisis comparativo de las dentaduras de distintos ejemplares.
Dean y su equipo estudiaron durante años las mandíbulas del Homo erectus, también a los Australopithecus, como la famosa Lucy (los restos fósiles de una homínida a la que conoce con ese nombre), delProconsul nyanzae, un ancestro simio y de los grandes monos actuales. En los dientes encontraron las claves para saber cuándo maduró cada uno.
“Los dientes crecen agregando esmalte en pequeñas cantidades y a medida que lo hacen dejan como señales unas estrías, casi al estilo de cómo crecen los árboles. Al estudiar esos anillos se pueden sacar conclusiones sobre varios temas, entre ellos, la maduración del individuo”, explica el investigador.
Al comparar la tasa de crecimiento de los dientes anteriores y posteriores, su equipo estimó que los niños Homo erectus produjeron los primeros molares permanentes en alrededor de 4,5 años, y los segundos en 7,5 años. Eso se compara con los 6 y 12 años en humanos actuales, y los 3 y 5 años en los monos. “Eso indica que el Homo erectus estaba empezando a transitar el camino del desarrollo dental moderno”, completa Dean.
Por esos trabajos realizados por Dean y su equipo, se cree que el Homo erectus fue, tal vez, el primer ancestro humano en vivir lo que hoy se conoce como adolescencia.
Otro enigma que desafía a los investigadores es saber cuánto dura exactamente. Y si ese margen está cambiando. Y si está cambiando, por qué.
“Dos modificaciones importantes han alterado la adolescencia humana. Primero, ocurrió una disminución dramática en la edad de la pubertad, por lo que la etapa comienza ahora a una edad mucho más temprana. En segundo lugar, también ha ocurrido un aumento dramático en la edad en que las personas se independizan, por lo que la adolescencia termina a una edad mucho mayor. A mediados del siglo XIX, se consideraba que era un período que duraba cinco años, desde alrededor de los 16 y hasta los 21 años. Hoy en día comienza a los 10 y dura hasta los 25, creo que esto provoca alguna confusión”, reflexiona Larry Steinberg.
“Es cierto que la adolescencia actual presenta algunas particularidades. Nunca en la historia fue tan larga. Algunos factores explican su porqué. Hoy comienza dos años antes que hace medio siglo. Algunos motivos, aún en estudio, relacionan este hecho con los hábitos alimentarios de nuestros niños y su consecuente aumento en la prevalencia de la obesidad, con la exposición a ciertos químicos y con la excesiva exposición a la luz (azul) que emanan las pantallas de dispositivos como celulares y computadoras. Por otro lado, el fin de la adolescencia ocurriría cuando los jóvenes adquieren roles adultos y esto pareciera ser cada vez más tarde, a los 25 años. Eso no se da casualmente ni por vagancia, sino que existen cambios a nivel mundial relacionados con las fuezas laborales, que hace que se requiera una mayor especialización académica para conseguir un trabajo. Eso conlleva a que los hijos precisen más ayuda de sus padres para lograrla. No son una generación de vagos o vivos, sino que viven en un mundo diferente que requiere habilidades distintas y más sofisticadas”, sentencia Torralva. La neurobióloga cree que la idea de que la adolescencia es sí o sí “equivalente a conflicto” es falsa, y se debe al folclore transmitido de generación en generación.
En este mundo distinto, competitivo y feroz, ellos son, como en todas las épocas de la historia humana, la esperanza para mejorarlo.